Mi vocación de maestra se enmarca dentro del compromiso por la dignidad y formación de toda persona y por la transformación de la sociedad.
Desde ahí, mi deseo es ser una maestra que…
- contagie su entusiasmo y pasión a los alumnos y alumnas para crear un ambiente que favorezca el proceso de enseñanza-aprendizaje y en el que todos disfrutemos.
- fomente la interacción y la participación activa, buscando la actualización profesional continua y comprometida con la transmisión de saberes que despierten el interés del niño, cercana a “su mundo” para que el alumno llegue a ser un hombre o mujer comprometido con su sociedad, inserto en su mundo.
- que tenga grandes dosis de escucha, paciencia, acogida incondicional, trato cariñoso y cercano, con el gesto y la palabra oportuna en la resolución de conflictos y en el ejercicio de la autoridad para no generar en los alumnos miedos, temores… que le incapaciten o dificulten en su proceso, para que se reconozcan protagonistas de su propio proceso.Y no me gustaría ser una maestra que…
- no reconozca que el protagonista del proceso es el niño y la niña, que en el centro no estoy yo sino aquél a quien va dirigido el proceso, que, en definitiva, no reconozca a cada alumno y alumna como único e irrepetible.
- me olvide de que además de maestra también continúa en su propio proceso de aprendizaje-enseñanza y me acomode y pacte con lo que ya sé, que me canse de mi vocación de maestra y eso genere aburrimiento, desinterés, fracaso, temor, inseguridad… pues desde esa actitud es casi imposible despertar en otros actitudes como el agradecimiento, la comprensión,…
- olvide la interacción con las familias desde la necesidad de aunar criterios y caminar juntos buscando aquello que más ayude al alumno.
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